Modelo Transteórico o Etapas de Cambio

El modelo fue propuesto por Prochaska & DiClemente (1982) quienes, basados en su experiencia en psicoterapia, observaron que la gente pasaba por estados de cambio similares sin importar el tipo de psicoterapia aplicada. Dicho modelo intenta describir los cambios por los cuales una persona atraviesa en el proceso de cambio de una conducta problema a una que no lo es, considerando a la motivación como un factor importante en el cambio conductual y atribuyéndole al sujeto el rol activo y concibiéndolo como un auto-cambiador del comportamiento. El modelo se acompaña de otros elementos, además de la motivación, que a opinión de sus autores influyen en el cambio de conducta, dichos elementos son: las etapas de cambio, el proceso de cambio, el balance decisional y la autoeficacia.
Las etapas de cambio son propuestas por Prochaska & DiClemente (1982), quienes observaron que las personas que logran cambios intencionales en sus conductas habituales lo logran a través de un proceso dinámico integrado por cincoetapas, cada una de ellas con características propias y excluyentes, dichas etapas son: Precontemplación, Contemplación, Determinación, Acción y Mantenimiento (Tabla 3). Además hay que agregar una etapa en el caso de no cumplir con el mantenimiento de la conducta deseada, dicha etapa es la de recaída, la cual implica un nuevo inicio del ciclo en el modelo (Miller y Rollnick, 1999; Pardío y Plazas, 1998).

Con la descripción de las cinco etapas, los autores del modelo suponen que no todas las personas a las que se dirige un programa de educación para la salud tienen la misma disposición para generar cambios de conducta. De tal manera que la ineficacia de los programas educativos se atribuye a campañas que enfocan sus esfuerzos en enseñar prácticas y estilos de vida saludables, cuando la mayor parte de la población ni siquiera ha identificado la existencia de un problema de salud (Miller y Rollnick, 1999).
La segunda dimensión del modelo corresponde a los procesos de cambio, los cuales se refieren a la forma en que se da el cambio de comportamiento de una etapa a otra, para tal efecto el modelo considera 12 formas de poder llevar a cabo esa transición. Cabe mencionar que en cada transición efectiva se emplean  diferentes procesos según la etapa en que se ubique el sujeto (para mayor detalle ver  Tabla 4).

El tercer componente, el balance decisional, se refiere a la valoración de las ventajas (pros) versus las desventajas (contras) de llevar a cabo un comportamiento preventivo. Es importante señalar, que dicho balance depende de la etapa en que se ubica la persona, esto es, debe de existir una evaluación por etapa, la cual tendrá por objetivo analizar las ventajas y desventajas de pasar a una etapa posterior.
Finalmente tenemos la autoeficacia, la cual es un concepto introducido por Bandura (1977) y se refiere a la percepción que tienen las personas sobre su capacidad para responder a un evento específico. Se considera que conforme los individuos avanzan en sus etapas de cambio, la autoeficacia en ellos será mayor (Espada y Quiles, 2002; Velicer et al., 1998).
Desde este modelo la forma en que se ha abordado la prevención de la transmisión del VIH/SIDA, tiene que ver primeramente con la motivación que tienen los sujetos para el cambio de conducta, ya sea el uso de condón de forma correcta y consistente en todas y cada una de sus relaciones sexogenitales o bien cualquier otro tipo de comportamiento especifico que se desee cambiar y que represente una disminución en las conductas sexuales de riesgo en la transmisión del VIH.
Posterior a la identificación de la conducta que se desea cambiar –por ejemplo, el uso de condón- se ha de identificar la etapa de cambio en que se encuentra el sujeto al que se pretende dirigir el programa (lo cual se puede hacer por medio de cuestionarios), es decir, se ha de identificar si el sujeto desconoce que el no usar condón en todas y cada una de sus relaciones sexo genitales lo pone en riesgo de adquirir el VIH/SID -etapa de precontemplación- o si el sujeto está dispuesto a utilizar el condón en un futuro próximo –etapa de determinación- etc.
Una vez identificada la etapa de cambio, el programa educativo podrá diseñarse y se deberán elegir métodos y estrategias que respondan adecuadamente a la etapa de cambio, esto es, se deberá recurrir a los procesos de cambio -los cuales se aplican a criterio del encargado del programa-, el balance decisional –mostrándole al sujeto las ventajas y desventajas que tiene el uso del condón- y la autoeficacia –inculcar en el individuo la creencia de que es capaz de utilizar el condón en sus relaciones sexo genitales-. Con la conjunción de los elementos anteriores, se pretende desde este modelo, lograr que el sujeto alcance la etapa de mantenimiento y permanezca en la misma (ver Figura 12).

Las principales investigaciones en la prevención del VIH derivadas de este modelo, trabajan con la motivación que tiene el sujeto para cambiar su conducta, dicha motivación obedece según Friedman et al. (1999) al deseo de evitar la transmisión del VIH, sin embargo, además de la motivación se han de tomar en cuenta las habilidades que tienen los sujetos, a este respecto Friedman et al. consideran que otras variables que pueden afectar la frecuencia del uso del condón como método para evitar la transmisión del VIH, son la comunicación entre la pareja, el conocimiento de su estado de seropositividad, el tipo de pareja (estable o casual), si los compañeros sexuales son o no usuarios (as) de drogas intravenosas y la edad de los usuarios de las drogas, ya que existe evidencia de que entre los jóvenes es más fácil observar el cambio de conducta en lo que respecta al uso del condón.
Por otro lado, el modelo Transteórico, figura como un modelo que permite evaluar la motivación o disposición para desarrollar conductas saludables (Coury-Doniger, Levenkron, Knox, Cowell & Urban 1999; Fisher & Fisher 2000; MacNair-Semands, Cody & Simono, 1997), esto es, permite clasificar a las personas según su nivel de motivación para saber qué tan motivadas están para llevar a cabo un cambio conductual y poder, con base en la clasificación, escoger la técnica/intervención más adecuada según la motivación del sujeto.
Además, la aplicación de este modelo permite según Grimley, Riley, Bellis & Prochaska (1993) y MacNair-Semands et al. (1997) evaluar la percepción de riesgo a la transmisión del VIH/SIDA y el conocimiento sobre el mismo que tienen las personas en cada una de las etapas de cambio, desde la etapa de precontemplación, en donde prevalece un mínimo conocimiento y una escasa percepción de riesgo de contraer el VIH, hasta la etapa de preparación, en donde los individuos se consideran listos para efectuar el cambio dentro del siguiente mes.
Según uno de los creadores del modelo, la evaluación de consecuencias negativas y positivas (balance decisional) es el mejor predictor en el proceso de cambio, ya que en la etapa de precontemplación, la percepción de costos en el cambio de conducta es mayor que la percepción de beneficios, lo cual se invierte conforme se avanza en las etapas. Consideran además que si se quiere avanzar en las etapas, el incremento de la motivación positiva o aspectos positivos puede ser la mejor manera de promover el cambio (Grimley et al., 1993; Prochaska et al., 1994).
Aunque el modelo Transteórico se ha aplicado en una gran variedad de formas, es dentro de los modelos aquí revisados el que cuenta con menor investigación, ya que según Fisher y Fisher (2000), se considera desde la perspectiva aplicada que existe gran dificultad en poder diseñar intervenciones basados en este modelo, pues lo que hace es identificar qué tan dispuestas están las personas para cambiar y aunque sugiere algunas formas en que ha de darse el proceso de cambio, no identifica de manera especifica cómo se ha de dar la intervención según lo procesos de cada etapa (recordemos que los procesos de cambio pueden variar en cada una de las etapas y no son los únicos).
Finalmente, según algunos autores, el modelo Transteórico es considerado como un modelo inespecífico y que no puede ser evaluado como tal, esto se debe a que no queda claro como sus componentes y subcomponentes interactúan, puesto que sus componentes son considerados como constructos individuales y por ende, no hay evidencia de que exista una relación significativa entre ellos (Becker et al., 1998; Fisher y Fisher, 2000).

Cómo citar:
García-Vargas, G. (2004). Evaluación de competencias funcionales relacionadas con la transmisión del VIH/SIDA en pacientes seropositivos: un estudio piloto. Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional Autónoma de México – Facultad de Estudios Superiores Iztacala. https://doi.org/10.13140/RG.2.2.11398.68163
Repositorio de Tesis DGBSDI: https://hdl.handle.net/20.500.14330/TES01000600787

Acceso texto completo con referencias
Moreno, D., García, G., Rodríguez, M.L. Y DíazGonzález, E. (2007). Reflexiones críticas a los modelos psicológicos de la salud orientados al VIH/Sida desde la perspectiva interconductual. En S. Robles y D. Moreno (Ed). Psicología y Salud Sexual (pp 43-62). México: Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Estudios Superiores Iztacala. (ISBN 978-970-32-4826-1) https://www.researchgate.net/publication/389174073_Reflexiones_criticas_a_los_modelos_psicologicos_de_la_salud_orientados_al_VIHSida_desde_la_perspectiva_interconductual